Mbororé: 382 años de la primera batalla naval argentina

Hace 382 años se libraba en territorio misionero la primera batalla naval de la historia argentina.

Se trata de la Batalla de Mbororé, del 11 de marzo de 1641, que enfrentó a un ejército de indios guaraníes y sacerdotes jesuitas contra las bandeiras esclavistas del Brasil, por entonces territorio del Imperio Portugués, que se abría paso velozmente más allá los límites establecidos en el Tratado de Tordesillas con España.

Acosados por los piratas holandeses en el Atlántico, los portugueses se vieron pronto privados de mano de obra esclava proveniente de África, y resolvieron reclutarla en los pueblos indígenas guaraníes que habitaban el interior, selvático y desconocido.

Así, a partir de 1.630, los bandeirantes portugueses comenzaron a internarse en la espesura de la selva, a la caza de los guaraníes. Sus incursiones alcanzaron decenas de aldeas, muchas de ellas, como la Reducción de la Asunción del Acaraguá que se ubicaba sobre al arroyo homónimo, tuvieron que ser abandonadas por los constantes ataques de las bandeiras.

No hay estadísticas ciertas del tráfico de esclavos indígenas de la época. Pero, varios historiadores ubican en unos 5.000 el número de indígenas capturados durante todo el período bandeirante.

Freno a Brasil

La Batalla de Mbororé se libró en una seguidilla de acciones que terminaron por diezmar a las fuerzas bandeirantes y disuadirlas de retomar el nivel de incursiones de décadas anteriores.

Historiadores como la paraguaya Margarita Durán Estragó, el misionero Pablo Camogli, y el capitán de Fragata de la Armada Argentina, Alberto E. Gianola Otamendi, coinciden que Mbororé evitó que lo que hoy es el litoral argentino y el Paraguay fueran anexados por Portugal, por entonces en abierta expansión de sus fronteras.

Fue un hito importantísimo en lo que es la historia y la experiencia de las misiones guaraní jesuíticas”, señaló la magister en Cultura Guaraní, Liliana Rojas, entrevistada por el historiador Pablo Camogli para su ciclo Misiones Tiene Historia (MTH).

Desde el momento en que se fundan las reducciones en Guairá (Paraguay), y en la zona del Tapé (Corrientes y Misiones) tuvieron que enfrentar el ataque de los bandeirantes”, explicó en el documental con que Camogli recorrió los escenarios de la batalla.

El bandeirismo es todo un movimiento que se da en Brasil, que pretende obtener mano de obra esclava, en este caso indígena; así que se organizaban las bandeiras para cazarlos en el monte, y cuando se instalaron las reducciones tenían la presa reunida en un solo lugar, les era mucho más fácil”, agregó.

El primer choque

Las acciones militares comenzaron en la desembocadura del arroyo Acaraguá, donde se produjo el primer choque de los defensores guaraní jesuítas y las fuerzas invasoras que estaban al mando de dos insignes esclavistas, Manuel Pires y Jerónimo Pedrozo de Barros, que hoy tienen sus respectivas estatuas en San Pablo.

El combate principal fue en las aguas y márgenes del río Uruguay, en las cercanías del cerro homónimo, y que actualmente forma parte del municipio de Panambí.

Más de 10 000 aborígenes armados con toda clase de elementos se aprestaron a defender su tierra; un centenar de canoas y hasta una balsa artillada formaban parte del ejército de la Compañía de Jesús”, relata el capitán de Fragata Gianola Otamendi, en un artículo publicado en el N° 844 del Boletín del Centro Naval, de diciembre de 2016.

“Los portugueses venían en 300 canoas y estaban tan acostumbrados a arrear sin lucha a los pacíficos guaraníes que no tomaron las mínimas previsiones aconsejables. Unas oportunas bajantes del río, que los religiosos consideraron una ayuda providencial, contribuyeron a desordenar a los invasores”, agrega.

“El ingenio jesuita había provisto a sus discípulos de armas tan curiosas como una catapulta que arrojaba troncos ardientes”, escribe.

Entre estas ingeniosas armas se destacaban los cañones de tacuaruzú, una especie tacuara de boca ancha, con el que se podían hacer pocos, pero mortales, disparos; y de hecho esta precaria arma producto de la inventiva de jesuitas y guaraníes desbarató la flotilla enemiga.

La audacia guaraní

En los combates, se destacaron para siempre dos caciques guaraníes, que hoy dan nombre a barrios y calles en diversos puntos de la provincia, y dos miradores sobre la ruta 2 con magníficas vistas del río Uruguay: Nicolás Ñeenguirú e Ignacio Abiarú, hombres valientes y finos estrategas.

Ambos vivieron de cerca el avance bandeirante sobre sus territorios. Ñeenguirú mismo había residido en la reducción jesuítica de Concepción del Ybytyrakua, fundada por Roque González de Santa Cruz, en 1619, que tuvo que emigrar hacia el Sur debido al avance portugués.

El 11 de marzo de 1.641 comandaban el ataque del formidable ejército guaraní jesuita sobre las posiciones portuguesas.

Ambos ostentaban el rango de capitán y lideraron la flotilla de canoas que remontaron el río Uruguay hasta el arroyo Acaraguá, donde chocaron con la vanguardia enemiga guiándolas hacia la trampa preparada en Mbororé, actual arroyo Once Vueltas.

Eran las dos de la tarde, cuando la escuadra bandeirante de 300 canoas y 450 hombres bien armados, y 2.500 flecheros tupís, atacó la flotilla de 70 canoas con 800 guaraníes, apoyados por otros 4.000 combatientes fortificados en la orilla.

La audacia de Ñeenguirú y Abiarú descondertó a los portugueses, y desordenó por completo su retaguardia.

La lucha en el río y en tierra se volvió encarnizada. En los días siguientes, guaraníes y jesuitas persiguieron a las fuerzas bandeirantes en una agónica retirada a través de la selva. La marcha registró combates cuerpo a cuerpo, hasta que los portugueses consiguieron cruzar el río en las inmediaciones de los saltos del Moconá. Muy pocos lograron volver a San Pablo.

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