Día del Maestro: Homenaje a un soldado caído en la guerra de Malvinas

En este día del Maestro queremos homenajear a Julio Rubén Cao, un soldado caído en la guerra de Malvinas.

Julio Cao con sus alumnos de 7mo grado

Julio era maestro de la Escuela N° 32 de Gregorio de Laferrere al oeste del Gran Buenos Aires, era pacifista, admiraba a Ghandi, San Martín y Belgrano. Siempre había querido ser maestro.

Tenía 21 años cuando decidió ir como voluntario a las Islas Malvinas. A su madre Delmira le dijo “No puedo quedarme acá, tengo que ir a defender la Patria. Como maestro y como ser humano, con valores, no puedo dejar de ir. ¿Cómo me siento detrás de un escritorio si ahora me escondo debajo de la cama?”.

Su esposa Clara Barrios estaba embarazada antes de que él partiera. Julio pensaba que iba a tener un varón y le hablaba a la panza diciéndole “Hola Torito, te estamos esperando”. Delmira mantiene viva una frase que le dijo Julio en Ramos Mejía: “¿Ves ese pino que está ahí? lo planté yo. Ahora voy a tener un hijo y solo me falta escribir el libro. Lo voy a hacer cuando vuelva de Malvinas y voy a contar todo lo que viví”.

Ya en Malvinas, Julio escribía a las autoridades de su escuela, relatando en primera persona las tremendas vivencias de la guerra. Pero la carta más preciada es una que les escribió a sus alumnos de 3° D, se la envió a la directora de la escuela para que le hiciera llegar a sus alumnos. Les envió un mensaje de amor y patriotismo:

“A mis queridos alumnos de 3ro D:

No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi labor de soldado: Defender la Bandera.

Espero que ustedes no se preocupen mucho por mi porque muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos a decir que nos lleve a todos al país de los cuentos que como ustedes saben queda muy cerca de las Malvinas.

Y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos a perder.

Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto cierro los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando; cuando me duermo sueño que estoy con ustedes.

Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un soldado que los quiere y los extraña. Ahora sólo le pido a Dios volver pronto con ustedes. Muchos cariños de su maestro que nunca se olvida de ustedes.

Julio”.

Fragmento de la carta que envió a sus alumnos de 3° D

Julio añoraba el reencuentro con aquellos alumnos, pero no volvió. El joven nacido en Ramos Mejía el 18 de enero de 1961 fue uno de los 649 soldados argentinos fallecidos durante los 73 días del enfrentamiento. Murió a los 21 años en la batalla de Monte Longdon el 10 de junio de 1982. Nunca pudo conocer a su hija: la niña nació el 28 de agosto, poco más de dos meses después de finalizada la guerra. La bautizaron Julia María en honor a su padre.

El árbol que plantó Julio en el patio de la casa de su madre ya mide diez metros. Floreció, robusto y firme. “Es un símbolo de lo que él fue y de lo que también trascendió después de muerto. Creció incluso cuando él ya no estaba”, se emociona su hija.

En 1991, Delmira y Julia -que solo tenía 9 años- viajaron por primera vez a las islas. En el cementerio de Darwin no encontraron el nombre de Julio. Recorrieron las 230 cruces blancas buscándolo, pero no estaba: el cuerpo de Julio no había sido identificado, al igual que los de otros 122 caídos.

Finalmente el 4 de Junio de 2018, el equipo interdisciplinario integrado por profesionales del Centro Fernando Ulloa, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), del Ministerio de Desarrollo Social y de la Escribanía General de Presidencia, se reunió con Delmira, la madre de Julio, para notificarla sobre el hallazgo de la identificación de la tumba de su hijo  en el marco del Plan Humanitario Malvinas. Luego de 36 años supo el lugar donde estaba enterrado su querido hijo, que anteriormente yacía bajo una placa que rezaba “Soldado argentino solo conocido por Dios”.

El legado educativo que dejó el maestro soldado quedó intacto: la misma escuela N° 32 de Gregorio de Laferrere, hoy lleva el nombre de Julio Rubén Cao.

 

 

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